martes, 21 de julio de 2015

SOBRE EL CAMINO A SEGUIR 2

Fotografía 
Fernando Pousa Fernández
Muchas veces a lo largo de la vida, debemos enfrentarnos a circunstancias en las cuáles tenemos que optar por uno u otro rumbo, y el temor a enfrentarlas, nos lleva a intentar analizar los pro y los contras de manera racional. Sin embargo, lo que nos depara el futuro poco tiene que ver con la razón.
¿A quién la vida no le demostró en alguna oportunidad, que pese a planificar un rumbo, terminó en un lugar muy diferente al cual pretendía llegar?
Cada paso en nuestra vida tiene sentido, aun cuando no podamos comprenderlo en el momento.
La secuencia de acontecimientos que nos trajeron hasta aquí es increíblemente perfecta, solo que recién podemos verlo con claridad cuando miramos hacia atrás y descubrimos la cantidad de situaciones que atravesamos y el sentido de cada una de ellas para estar hoy donde estamos, para ser lo que somos y para tener lo que tenemos. Jamás hubiésemos podido hilar, prever, ni razonar estos acontecimientos.
Cualquier cambio nos contendría hoy en otro espacio o realidad. Sería muy interesante, encontrarse con una versión nuestra, que en alguna instancia de la vida hubiese tomado otra decisión, y poder conversar sobre cómo fueron sus acontecimientos, y cómo se encuentra hoy. Pero esto solo puede formar parte de una ficción.
Al respecto, tengo una teoría que supone que el hombre nunca se equivoca ni acierta. Al menos que no tenemos forma alguna de afirmarlo.
Cuando por ejemplo uno hace una ecuación, o escribe algo, puede repasarlo para corroborarlo, y de esta manera saber con certeza si se equivocó o acertó. Pero... ¿cómo hacer esto en la vida, si esta no nos da la opción de volver atrás para recorrer otro camino?
A lo sumo, podremos decir que los resultados alcanzados fueron los esperados, mejores o peores, pero nunca sabremos que hubiese sido si hubiésemos hecho otra cosa.
Por lo tanto, porque no intentamos dejar fluir los acontecimientos, acompañándolos desde la intuición, en lugar de corregirlos desde la razón.
Creamos en algo, ya sea el corazón, el alma, la intuición, o el nombre que queramos darle a lo que sentimos.
Creamos que el camino se gesta dentro nuestro, y que la razón debe ser el motor para darle forma.
Creamos que las cosas que van a suceder, son las que deben ser. Ni mejores, ni peores.
Pero tengamos en cuenta, que este aspecto no implica dejarnos estar. Nuestras iniciativas, nuestra mente, nuestro entusiasmo y nuestra capacidad, son parte fundamental para que las cosas sucedan, de esta manera natural.
Podemos tener muchas hipótesis en nuestra cabeza respecto a lo que podríamos haber llegado a ser si por una u otra razón en alguna oportunidad hubiésemos tomado otra decisión, y estas se refieren generalmente a una imagen de nuestro ideal.
Pero mientras nos detenemos a pensar estas ilusiones, la realidad sigue su curso, convirtiendo estas ilusiones en insatisfacciones, y como muchas veces estos ideales nos contienen en un momento de la vida que ya paso, y al cual vemos desde una edad avanzada, las insatisfacciones terminan transformándose en melancolía.





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